Agarrar el guante de Cinthya y responder al llamado para reflexionar en conjunto sobre nuestro rol de actores de la cultura en este panorama sanitario global me da la oportunidad de bajar al papel ideas y sentires que hace días invaden mi mente. Por ello lo primero que tengo para decir es gracias, necesitaba hacerlo.
Ya que estamos, sigamos buceando en algunas palabras que suenan a diario y que no puedo dejar de percibirlas bastardeadas: miedo y empatía.
¿Miedo a qué?¿empatía hacia quienes?
En un contexto como el que transitamos somos los trabajadores de la cultura los últimos en ser mencionados como relevantes y en muchos casos invisibilizados ante otros sectores que pueden resultar más sensibles. Sucede que las actividades culturales han sido las primeras en detenerse y su continuidad o viabilidad pasaron a ser una incertidumbre. Es precisamente esta la tercera palabra que me retumba hace días: incertidumbre.
A mediados de marzo, un «troyano» nos hackeó este blog, les expertos en programación, a les que les estoy muy agradecida, tardaron un par de semanas en dejarlo activo, sin virus y «seguro» para navegar. Este espacio creado en agosto de 2015 pretendía ser un espacio para discutir sobre los temas que, hasta hace unos meses, eran los que entraban en el campo de acción de las y los gestores culturales.
Hablo en pasado porque creo es mejor siempre intentar comprender lo que nos dice la realidad, quitar las telarañas, los velos del engaño. Hoy en un contexto de pandemia mundial, en donde si quitamos a los sectores: salud y alimentación, quién puede afirmar que una disciplina es la dueña de alguna verdad, especificidad o campo de acción. Yo por lo menos, no.
La gestión cultural es una profesión, que a les que la ejercemos, nos requiere fomentar la ilusión de controlar todo lo que sucede en el marco de un proyecto, nos encanta planificar, junto a la creatividad, es el corazón del emprendimiento. Somos expertas/os en esto, los proyectos del sector creativo nos necesita, o eso es lo que nos gusta decir y fomentar. Será porque necesitamos justificar nuestros trabajos? (ojo, creo que esto va para todas las profesiones, no es excluyente a la gestión cultural).
Por otro lado, si la cultura existe, haya o no gestión cultural mediante: ¿para qué estamos entonces? Las industrias creativas son una gran oportunidad de desarrollo, sobre todo en países como el nuestro (Uruguay), repetimos y afirmamos. Desarrollo para el sistema capitalista; ¿pero qué es el sistema capitalista y para qué sirve?; ¿y qué es lo que sucederá con él luego del Coronavirus? ¿Cómo nos vamos a relacionar con él? ¿Cómo nos debemos comportar? ¿Cómo podemos aportar a un todo y no desperdiciar nuestro talento en tonterías que solo alimentan nuestro ego? El mundo cambió para siempre, nos guste o no, lo aceptemos o no.
Me gustaría saber qué es lo que están pensando ustedes colegas, yo solo tengo ideas abstractas, y cada vez que me vienen hipótesis en la cabeza sobre el futuro de nuestra profesión, las suelto. No quiero controlar nada en los tiempos que corren, porque en verdad no controlamos nada. Quiero estar atenta a las necesidades de quienes me rodean, de las personas, atenta a las necesidades de mi cuerpo, mi mente y mi alma. Quiero estar al servicio de lo que se necesite y poner la batería de herramientas que he aprendido de la gestión cultural en lo que sea útil.
Toda Amenaza se puede volver una Oportunidad. Nos gusta decir a les gestores culturales, bueno: a ponerlo en práctica.
¿Ustedes qué creen, qué piensan, qué sienten? Les leo y además les invito a reflexionar sobre estos temas, publicarlos en este blog y así acompañarnos, nada más potente que sentir que no estamos solas, solos.
La fecha está marcada por la sangrienta y centenaria lucha que han dado las mujeres en su búsqueda por la igualdad. La conmemoración de la reivindicación de igualdad de derechos de las mujeres tiene una tradición centenaria.
El acontecimiento que marco la fecha del 8 de marzo se remonta al 8 de marzo de 1857, cuando cientos de mujeres de una fábrica de textiles de Nueva York salieron a marchar en contra de los bajos salarios, que eran menos de la mitad a lo que percibían los hombres por la misma tarea. Esa jornada terminó con la sangrienta cifra de 120 mujeres muertas a raíz de la brutalidad con la que la policía dispersó la marcha. Eso llevó a que dos años después, las trabajadoras fundaran el primer sindicato femenino.