
Empiezo a escribir con algunas ideas mezcladas, sin la menor intuición de cómo le voy a poner a este texto. El título a veces es lo primero que sale y facilita mucho porque, en mi experiencia, saberlo o tener una idea de cómo va a ser, es saber de antemano al menos el concepto central de lo que queremos decir o contar. Así que por ahora esto es un “documento sin título” que espero vaya tomando forma y sentido en los próximos párrafos.
Lo que tengo más a flor de piel es incredulidad. Más allá de si esta situación tan mundial como el 80% del planeta y tan local como nuestras diferentes modalidades de cuarentena está o no justificada (muchos dicen que otras gripes más mortales no tuvieron tanta prensa y con esa premisa se puede crear mucha teoría “conspiranoica”), me impacta estar viviendo todos los días algo más parecido a un guión de ficción que a lo que veníamos llamando realidad. Me resulta muy fuerte estar pudiendo constatar el impacto económico, social y emocional que una pandemia tiene hoy, ahora, acá.
No voy a negar que como buena taurina de Sol, trabajar en chancletas o tirada en la cama es lo más parecido a la panacea que puede existir ahora, pero como decía Anna Pignataro en su artículo, no dejo de ver cómo esto nos está afectando a todes. Creo que siempre nos iba a agarrar desprevenidos porque en el fondo no pensábamos que de verdad fuera a pasarnos a nosotros (mmm…el egooo…). La diferencia es que efectivamente, está pasando ahora y no podemos evitar preguntarnos cómo seguirá, cómo seguiremos.