Foto: Agencia Camaratres – Centro Municipal de Fotografía Por Danilo Urbanavicius
Las últimas declaraciones realizadas por el director de la Biblioteca Nacional, Valentín Trujillo, y del ministro de Defensa, Javier García, respecto a diferentes sucesos ocurridos durante la dictadura cívico militar en nuestro país, nos obliga como ciudadanos a solicitar, en ambos casos, información que contengan en su poder, que arrojen luz sobre estos hechos y que contribuyan a reconstruir nuestra historia.
Durante la dictadura cívico militar (1973-1985) se escribieron las páginas más oscuras y dolorosas de nuestra historia donde se produjeron heridas y cicatrices que aún permanecen abiertas. A los asesinatos, secuestros, torturas y desapariciones, aún no esclarecidos por la justicia, se le suman la prohibición, entre otros derechos, de los derechos de libre expresión. Ya sea a la ciudadanía, a los medios de comunicación y a los artistas, generando, en este último caso, lo que se denominó el “apagón cultural”.
Solo por citar un ejemplo, La Biografía de Alfredo Zitarrosa, escrita por Guillermo Pellegrino (2013), refleja la censura que sufrieron artistas de la talla de Zitarrosa y otros integrantes del cancionero popular, así como las penurias y las desgracias que los llevaron a exilio.
Como en todo momento de crisis, el espacio – tiempo se manifiesta y nos invita a cuestionarnos, a reflexionar, y nos inspira abriéndonos caminos a lo creativo en búsqueda de nuevas formas de pensar lo que nos mueve. En nuestro caso, el mundo de las artes escénicas, específicamente el teatro público, ha quedado suspendido en el aire, casi sin oxígeno. Y es aquí donde comienza la introspección, la búsqueda de nuevos caminos. En este pequeño artículo, una simple reflexión virtual, colectivizo una visión e inquietudes sobre este micromundo.
Sin duda alguna, la experiencia en vivo es insustituible por un encuentro a través de las pantallas. Las obras son creadas para que se comparta el aire que se respira entre los artistas y el espectador; esto hace de ese encuentro una manifestación única e indisoluble para que se concrete la obra. A pesar de ello, estos tiempos nos obligan a repensar estos preceptos.
Desde mi rol esta situación invita a buscar nuevas formas de producción, volver a configurarnos explorando la integración de las Industrias Culturales, en este caso las artes escénicas, en una transformación digital. Vincular la tecnología de la galaxia digital on demand, con la cultura escénica presencial.
Claro está que los usuarios están hambrientos de contenidos, diversos son los estudios de big data que demuestran al día de hoy los tipos de contenidos que más se están consumiendo, cortes por franja etaria, por tipo de redes sociales, entre otros.
Empiezo a escribir con algunas ideas mezcladas, sin la menor intuición de cómo le voy a poner a este texto. El título a veces es lo primero que sale y facilita mucho porque, en mi experiencia, saberlo o tener una idea de cómo va a ser, es saber de antemano al menos el concepto central de lo que queremos decir o contar. Así que por ahora esto es un “documento sin título” que espero vaya tomando forma y sentido en los próximos párrafos.
Lo que tengo más a flor de piel es incredulidad. Más allá de si esta situación tan mundial como el 80% del planeta y tan local como nuestras diferentes modalidades de cuarentena está o no justificada (muchos dicen que otras gripes más mortales no tuvieron tanta prensa y con esa premisa se puede crear mucha teoría “conspiranoica”), me impacta estar viviendo todos los días algo más parecido a un guión de ficción que a lo que veníamos llamando realidad. Me resulta muy fuerte estar pudiendo constatar el impacto económico, social y emocional que una pandemia tiene hoy, ahora, acá.
No voy a negar que como buena taurina de Sol, trabajar en chancletas o tirada en la cama es lo más parecido a la panacea que puede existir ahora, pero como decía Anna Pignataro en su artículo, no dejo de ver cómo esto nos está afectando a todes. Creo que siempre nos iba a agarrar desprevenidos porque en el fondo no pensábamos que de verdad fuera a pasarnos a nosotros (mmm…el egooo…). La diferencia es que efectivamente, está pasando ahora y no podemos evitar preguntarnos cómo seguirá, cómo seguiremos.
Foto: Ballet Nacional del Sodre Por Danilo Urbanavicius
Es habitual explicar los fenómenos artísticos- culturales desde la perspectiva escénica, es decir, de lo que ocurre sobre el escenario o desde la obra de arte, descuidando y desatendiendo la importancia del público. En tiempos de crisis, ha quedado demostrado que, de no existir el público, el arte podría correr el riesgo de esparcirse como arena entre los dedos. El siguiente artículo se propone reflexionar, y a su vez provocar, sobre la importancia del público en el arte y también reflexionar sobre el rol que tendrá la cultura y la gestión cultural “el día que vuelvan los abrazos”. A su vez, pretende colaborar en la difusión y consolidación de Gestión Cultural UY, proyecto que cobra más que nunca su sentido de ser.
Hackers, go home
El 25 de agosto de 2015 nace Gestión Cultural UY: “un sitio web que tiene como objetivo fomentar un lugar de encuentro y reflexión en torno a la gestión cultural”. En un ecosistema cultural donde la reflexión resulta indispensable, este proyecto cobra sentido y es para muchos de nosotros una especie de faro. Pocos meses atrás un «troyano» hackeó este blog poniendo en riesgo los innumerables artículos y reflexiones vertidos en él. Hoy, luego de que expertos en programación dejaran nuevamente activo este proyecto que Cinthya Moizo- colega y amiga a quien aprecio, admiro y respeto- construyó con paciencia, perseverancia, esmero y militancia. Por esta razón es que con mucha alegría y regocijo vuelvo a escribir algunas líneas. No solo por el hecho de reflexionar, sino con el objetivo de colaborar con la construcción de Gestión Cultural UY, herramienta indispensable para el desarrollo de esta disciplina que tanto nos apasiona: la Gestión Cultural.
La muerte del arte
En el transcurso de la historia hombres y mujeres tuvieron cierta fascinación, o tal vez la necesidad, de vaticinar el final de las cosas. Desde el fin del mundo con Nostradamus y el Armagedón, pasando por Cometa Halley, hasta cuestiones menos catastróficas como el fin del cine a raíz de la aparición de la televisión; y así podríamos seguir enumerando ejemplos y decir que, con cada invención otra desaparecería o por lo menos quedaría en jaque. No habría razón entonces para que el arte quedara salvaguardado de cuestiones apocalípticas y librado de este fenómeno. Es así que con el tiempo el arte se haría acreedor de una teoría que nos relataría cómo sería su fin. Fue el filósofo estadounidense, Arthur Danto, en su polémico artículo “El final del arte”, quien dejó plasmada esta idea. Danto sostenía que “el arte ha muerto”. ¿Pero qué significa esto?
Agarrar el guante de Cinthya y responder al llamado para reflexionar en conjunto sobre nuestro rol de actores de la cultura en este panorama sanitario global me da la oportunidad de bajar al papel ideas y sentires que hace días invaden mi mente. Por ello lo primero que tengo para decir es gracias, necesitaba hacerlo.
Ya que estamos, sigamos buceando en algunas palabras que suenan a diario y que no puedo dejar de percibirlas bastardeadas: miedo y empatía.
¿Miedo a qué?¿empatía hacia quienes?
En un contexto como el que transitamos somos los trabajadores de la cultura los últimos en ser mencionados como relevantes y en muchos casos invisibilizados ante otros sectores que pueden resultar más sensibles. Sucede que las actividades culturales han sido las primeras en detenerse y su continuidad o viabilidad pasaron a ser una incertidumbre. Es precisamente esta la tercera palabra que me retumba hace días: incertidumbre.
A mediados de marzo, un «troyano» nos hackeó este blog, les expertos en programación, a les que les estoy muy agradecida, tardaron un par de semanas en dejarlo activo, sin virus y «seguro» para navegar. Este espacio creado en agosto de 2015 pretendía ser un espacio para discutir sobre los temas que, hasta hace unos meses, eran los que entraban en el campo de acción de las y los gestores culturales.
Hablo en pasado porque creo es mejor siempre intentar comprender lo que nos dice la realidad, quitar las telarañas, los velos del engaño. Hoy en un contexto de pandemia mundial, en donde si quitamos a los sectores: salud y alimentación, quién puede afirmar que una disciplina es la dueña de alguna verdad, especificidad o campo de acción. Yo por lo menos, no.
La gestión cultural es una profesión, que a les que la ejercemos, nos requiere fomentar la ilusión de controlar todo lo que sucede en el marco de un proyecto, nos encanta planificar, junto a la creatividad, es el corazón del emprendimiento. Somos expertas/os en esto, los proyectos del sector creativo nos necesita, o eso es lo que nos gusta decir y fomentar. Será porque necesitamos justificar nuestros trabajos? (ojo, creo que esto va para todas las profesiones, no es excluyente a la gestión cultural).
Por otro lado, si la cultura existe, haya o no gestión cultural mediante: ¿para qué estamos entonces? Las industrias creativas son una gran oportunidad de desarrollo, sobre todo en países como el nuestro (Uruguay), repetimos y afirmamos. Desarrollo para el sistema capitalista; ¿pero qué es el sistema capitalista y para qué sirve?; ¿y qué es lo que sucederá con él luego del Coronavirus? ¿Cómo nos vamos a relacionar con él? ¿Cómo nos debemos comportar? ¿Cómo podemos aportar a un todo y no desperdiciar nuestro talento en tonterías que solo alimentan nuestro ego? El mundo cambió para siempre, nos guste o no, lo aceptemos o no.
Me gustaría saber qué es lo que están pensando ustedes colegas, yo solo tengo ideas abstractas, y cada vez que me vienen hipótesis en la cabeza sobre el futuro de nuestra profesión, las suelto. No quiero controlar nada en los tiempos que corren, porque en verdad no controlamos nada. Quiero estar atenta a las necesidades de quienes me rodean, de las personas, atenta a las necesidades de mi cuerpo, mi mente y mi alma. Quiero estar al servicio de lo que se necesite y poner la batería de herramientas que he aprendido de la gestión cultural en lo que sea útil.
Toda Amenaza se puede volver una Oportunidad. Nos gusta decir a les gestores culturales, bueno: a ponerlo en práctica.
¿Ustedes qué creen, qué piensan, qué sienten? Les leo y además les invito a reflexionar sobre estos temas, publicarlos en este blog y así acompañarnos, nada más potente que sentir que no estamos solas, solos.