Creación en tiempos de Crisis

Por Bruno Antúnez

Como en todo momento de crisis, el espacio – tiempo se manifiesta y nos invita a cuestionarnos, a reflexionar, y nos inspira abriéndonos caminos a lo creativo en búsqueda de nuevas formas de pensar lo que nos mueve. En nuestro caso, el mundo de las artes escénicas, específicamente el teatro público, ha quedado suspendido en el aire, casi sin oxígeno. Y es aquí donde comienza la introspección, la búsqueda de nuevos caminos. En este pequeño artículo, una simple reflexión virtual, colectivizo una visión e inquietudes sobre este micromundo.

Sin duda alguna, la experiencia en vivo es insustituible por un encuentro a través de las pantallas. Las obras son creadas para que se comparta el aire que se respira entre los artistas y el espectador; esto hace de ese encuentro una manifestación única e indisoluble para que se concrete la obra. A pesar de ello, estos tiempos nos obligan a repensar estos preceptos.

Desde mi rol esta situación invita a buscar nuevas formas de producción, volver a configurarnos explorando la integración de las Industrias Culturales, en este caso las artes escénicas, en una transformación digital. Vincular la tecnología de la galaxia digital on demand, con la cultura escénica presencial.

Claro está que los usuarios están hambrientos de contenidos, diversos son los estudios de big data que demuestran al día de hoy los tipos de contenidos que más se están consumiendo, cortes por franja etaria, por tipo de redes sociales, entre otros.

La tecnología nos permite generar más contenidos que orbiten la obra en sí, y además colabora a que el usuario pueda disfrutar aún más de la experiencia al momento de vivenciarla. Solo para ilustrar algunos de estos ejemplos se puede mencionar ciertas acciones que se podrían hacer: la filmación de las obras, no como un registro interno, sino como piezas audiovisuales para ser visualizadas por los espectadores y así poder disfrutar de las obras mediante el empleo de diversas herramientas que el mundo tecnológico nos ofrece al día de hoy; o la creación de videos del making off de los procesos de creación de los diversos elementos que integran una obra escénica. A modo de ejemplo: los procesos de diseño y realización de vestuario, de iluminación, el tratamiento sonoro musical, la escenografía, la utilería, los efectos especiales, la creación de juegos educativos, entre otros.

Esto, además coopera en acercar un público nuevo y más joven; contribuye al posicionamiento internacional de nuestras producciones en un mundo global, y mejora la experiencia cuando el usuario asiste a vivenciar la obra, ya sea a través de plataformas digitales o mediante la experiencia del “en vivo”. Los estudios que se han realizado sobre la demanda cultural demuestran que el consumo cultural es adictivo. Eso en principio sería lo contrario a lo normal: la función de demanda de un bien normal es que yo valoro cada vez menos aquello de lo que más tengo. Es lo que se llama en economía utilidad marginal decreciente, o sea, la adición de utilidad por producto adicional es cada vez menor. Pues bien, en cultura no es así. Ya Alfred Marshall, en sus Principios de economía de 1890, cuando explicaba la ley de Gossen, decía que una de las excepciones a la ley es justamente el producto cultural. Entender esta lógica del consumo en el ámbito de la cultura, entender las lógicas económicas de su demanda, es fundamental, porque en buena medida el problema de trabajar en gestión de la cultura es generar públicos para esa cultura. Junto con esto, la disciplina ofrece un análisis sobre la lógica del valor, la lógica del precio y las elasticidades de precio y renta de cada mercado. (Elia y Schargorodsky, 2004, p.27).

Con estas observaciones se puede sostener que hay lógicas distintas en el sector cultural respecto de otros, que hacen posible la producción y la oferta y, por tanto, su supervivencia en un complejo entramado de financiamiento que es atravesado por la enfermedad de los costos de Baumol y Bowen.

Esta reflexión y pensamientos no son de vanguardia, son simplemente una invitación a repensarnos desde nuestros lugares y desde nuestro contexto, a recorrer caminos que otros ya están transitando, como es el caso del Teatro Real de Madrid con “My Opera Player”, el Netflix de la ópera, o Réunion des Musées Nationaux – Grand Palais de París, su apuesta digital en torno a museos digitales, entre otros.

¿Por qué no pensar en realidad aumentada para conocer el Auditorio del Sodre por dentro?

Adaptar las nuevas tecnologías a los espacios culturales con los que contamos. Podemos observar que al día de hoy la pantalla es la plataforma de consumo de una variedad de productos culturales: museos, libros, cine, música, teatro, danza, ópera, carnaval. Todas las experiencias de consumo cultural en una misma interfaz digital: “la pantalla”.

Esto nos deja la pregunta abierta de hacia dónde estamos yendo, ¿cómo replantearnos el uso y desarrollo de la tecnología para experimentar nuevas formas de consumo? Y esto, ¿llevará a una nueva forma de coexistencia, la sustitución de una por otra, o el desarrollo de nuevas áreas?

Finalmente es importante destacar que como sociedad debemos reconocer y poner en valor el lugar que ocupan la cultura, las artes en general y la experiencia “en vivo” en particular. Ejemplo de esto es lo actuado por la ministra de Cultura de Alemania, Monika Grütters, quien anunció a los medios que: “no dejará al sector «en la estacada» y ha incluido a la cultura en el rescate financiero programado por el Gobierno de Angela Merkel, que entre otras medidas ha incluido «en esta situación también reconocemos que la cultura no es un lujo y ahora estamos comprobando cuánto nos hace falta si tenemos que prescindir de ella por un tiempo determinado», ha dicho, incluyendo así tácitamente a la cultura entre los bienes de primera necesidad. «No solo debe valernos la economía, sino también nuestro paisaje cultural, que ha sido muy afectado por las cancelaciones»” (abc.es Noticias España).

Para esto es necesario pensar en clave de políticas culturales ya que se actúa sobre la forma de vida de la población que opera sobre el horizonte simbólico de la comunidad. Esto contribuye a la construcción del tejido social desde una perspectiva de los derechos a hacer, a creer, a expresarse. Debido a que estas políticas van encauzadas a todo el entramado social en un contexto específico, al momento de diseñarlas es necesario tener en cuenta la diversidad cultural que se da en un mismo territorio, la multiplicidad de instituciones que interactúan y, por tanto, la complejidad que esto le confiere.


La implementación de políticas públicas es uno de los medios para lograr un verdadero ejercicio del derecho a la cultura. Estas deben velar por promover la innovación, la creación de nuevas experiencias culturales, proteger y preservar el patrimonio en sus diversos niveles. El Estado debe elaborar políticas culturales que sean congruentes con los derechos reconocidos en el sistema jurídico internacional y nacional que protegen el derecho a la cultura.

Esta puntualización es un claro ejemplo de la misión de un teatro público, ya que su propósito de existencia es servir a la comunidad que lo rodea. Por ende, este debe desarrollar varias estrategias para trabajar e interactuar con la población en la que está inserto. Algunas de estas estrategias son la formación de público, programas especiales para personas de diferentes niveles socioeconómicos o con capacidades diferentes, trabajo en red con entidades sociales, educativas y culturales y por qué no, la integración de los nuevos medios en su formato de producción de contenidos. Esto es, el teatro como catalizador social.

La producción simbólica es una forma de construcción social y juega un papel esencial para la promoción del derecho a la libertad, pues el espectáculo en vivo como actividad artística es un factor de cohesión e identidad social, de educación cívica crítica, de construcción del capital cultural y de libertad de expresión.

Resumen C.V - Bruno Antúnez 
Profesional en el área de la Cultura, Máster en Administración del Sector Cultural y Creativo UBA, Argentina, Licenciado en Gestión Cultural Claeh, Montevideo, Uruguay. Enfoca su perfil en la gestión estratégica para la planificación eficiente del quehacer cultural, motivado por proyectos de impacto en el ecosistema cultural y la diversidad cultural. En el transcurso de su carrera ha llevado adelante proyectos de escala nacional e internacional, trabajando con artistas de las más variadas disciplinas como música, danza, ópera, clown, audiovisual y teatro. Entre otros, ha logrado trabajar con artistas del calibre como Julio Bocca, Deborah Colker, Ronald Hynd, Pascal Wyrobnic, Mauricio Wainrot y Piero Gamba. A su vez, ha participado de la creación y puesta en escena de espectáculos a gran escala, como por ejemplo: “El Deliro” 100 años de la Cumparsita, show para dieciocho mil espectadores, Estadio Centenario; Gutenberg show en Antel Arena con artistas de reconocidas compañías como Matthieu Bony de Royal De Luxe; Stéphane Chivot del Cirque du Soleil, y Éric Martin de DCA Compagnie. Al hoy se desempeña como Productor Técnico del Auditorio Nacional del Sodre, entre otros trabajos en el sector privado del mundo cultural.

Leave a Comment.

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.